Las últimas ferias de diseño e interiorismo revelan un cambio radical en cuanto a las tendencias de hogar. El minimalismo y los estilos nórdicos, propios de un momento de crisis y recogimiento, están dejando paso a tendencias más arriesgadas, donde la presencia de la decoración y el color es mucho mayor. Un fenómeno en parte empujado por una visión optimista sobre el futuro, en parte también por las propias empresas del hábitat, que se atreven con propuestas de mayor riesgo.
Diseñadores y empresas han vuelto al mirada atrás para reinterpretar el art dèco de los años 20 y 30 bajo el prisma de las capacidades productivas del presente. Dentro de esta tendencia hay un material que destaca por encima del reto: el metal. Si bien en los últimos años el sector de revestimientos había visto como los acabados metalizados iban ganando fuerza, en las tendencias actuales se ven desde un prisa, donde la memoria y el efecto del paso del tiempo son importantes en el diseño.
En el sector del mueble, el metal se ha estado trabajando como una verdadera joyería para el hogar, con detalles e inscrustaciones en sofás, sillones o lámparas, que convierten los productos en piezas cuasi artesanas.
Dorados, plata y cobres con sutiles pátinas de desgaste o incluso rayado que se mezclan con materiales de aspecto más natural o rústico, como las maderas cepilladas o los cementos.
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En la esencia de esta tendencia, se encuentra la filosofía del kintsugi, una técnica japonesa de reparación de la cerámica a través del oro, rellenado roturas de las piezas. Otro de los fenómenos que empuja esta tendencia es la recuperación de la estética art déco y su fascinación por el trabajo de la orfebrería y la riqueza de las artes decorativas.
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En el sector cerámico los efectos metalizados digitales, el tercer fuego y otras técnicas decorativas como el PVD están favoreciendo nuevas propuestas en este sentido.